viernes, diciembre 01, 2006

Marianita y El Pabellón número seis

Que cuento? cuento muchas cosas. Hace rato fuí a la lagunilla y compré varios libritos, otros descaradamente los robé. Robé uno de Tolstoi y uno de Chejov. Compré uno de Chejov también: cuentos completos. Y es que es hermoso descubrir de esta manera a Chejov, me estoy enamorando perdidamente de él. Por cierto que el prólogo de Richard Ford a los cuentos imprescindibles de Chejov es maravilloso, algún día lo transcribiré.


Bueno, luego otro día fuí al cierre del primer encuentro iberoamericano de poesía, estuvo bueno. Me gustó más que nada porque leyó Ledo Ivo y Roberto Sosa... un descubrimiento fue José Mármol de quién me enamoré... ji ji ji. Pero el presentador estaba así lamiéndole las patas a Thelma nava y a un viejito que no me acuerdo como se llama pero que es el que acá da las becas de la fundación para las letras mexicanas, vaya muchachón.

Algo de Ledo Ivo:

Los pobres en la central de autobuses.

Los pobres viajan, en la central de autobuses

levantan los cuellos como gansos para mirar

los letreros del autobús. Sus miradas

son de quien teme perder alguna cosa:

la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta

que tiene el color del frío en un día sin sueños,

el sandwich de mortadela en el fondo de la bolsa,

el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.

Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús

temen perder su propio viaje

oculto en la niebla de los horarios.

Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,

aunque las pesadillas sean privilegio

de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas

en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.

En las filas los pobres asumen un aire grave

que une temor, impaciencia y sumisión.

¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores

incomodan a pesar de la distancia!

No tienen la noción de las conveniencias, no se saben comportarse.

El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado

que del sueño retuvo apenas la legaña.

Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche

hacia la pequeña boca habituada al llanto.

En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,

hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas

y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto

de quien no sabe el camino del salón de la vida.

¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,

esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada

del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.

¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?

Los pobres no saben viajar ni vestirse.

Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar

aunque algunos poseen hasta televisión.

La verdad es que los pobres no saben ni morir.

(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).

En cualquier lugar del mundo incomodan,

........ viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares

aunque viajemos sentados y

........ ellos de pie.

Menciono las cosas como días porque realmente no recuerdo bien hace cuanto... hice mi examen de medieval bajo el influjo del alcohol y las drogas y me siento bastante mal por ello, ni que decir, cada vez me hundo más en la tierra y no sé como salir. Chejov, ilumíname.

3 dichos:

Raúl Aníbal Sánchez dijo...

Ledo Ivo!!! Ledo Ivo!! ¿Te acuerdas? seee, si te acuerdas. La palabra de acceso era una salvajada: mnikqg

Mariana Orantes dijo...

Ledo Ivo... seguro que era yo, cariño? =P jeje

Raúl Aníbal Sánchez dijo...

Si mendiga, si, lo que pasa es que no te acuerdas, nunca te acuerdas de nada y me odias. ;(

Y luego dices que yo soy berrinchudo.

:*!!!

 

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