miércoles, enero 09, 2008

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Soñé a mi abuelita, me siento triste.

Mi maestra de primaria murió, me siento angustiada por la muerte.

Mañana me inscribo a la escuela y no quiero.

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Necesito algo que me haga sonreir, ya no importa nada, solo quiero escuchar esta voz:




En la plaza


Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,
sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,
llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno
quedarse en la orilla
como el malecón o como el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.
Sino que es puro y sereno arrasarse en la dicha de fluir y perderse,
encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ese que vive ahí, ignoro en qué piso,
y le he visto bajar por unas escaleras
y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.
La gran masa pasaba. Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.
Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,
con silenciosa humildad, allí él también transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.
Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,
un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,
su gran mano que rozaba las frentes unidas y las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía
como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,
pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada uno puede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.
Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,
con los ojos extraños y la interrogación en la boca,
quieras algo preguntar a tu imagen,
no te busques en el espejo, en un extinto diálogo en que no te oyes.
Baja, baja despacio y búscate entre los otros.
Allí están todos, y tú entre ellos.
Oh, desnúdate, y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,
introduce primero sus pies en la espuma,
y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.
Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.
Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazos y se entrega completo.
Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,
y avanza y levanta espumas, y salta y confía,
y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con los pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza.
Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo.
¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir
para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

Vicente Aleixandre

4 dichos:

Indio Cacama dijo...

Sonreir, ah, pues mira el changuito este que lee a Darwin , a mí me hace sonreir. Bueno que te puedo decir, estás de duelo y temo ser demasiado superficial con esto , creo que lo mejor sería decirte que estoy contigo y luego quedarme callado.

Hamletmaschine dijo...

1.

http://www.youtube.com/watch?v=cyT6weHRQK4


2.

Cuando sueñas a alguien que se ha ido, es porque está bien.


3.

:*

Conde de Cheste dijo...

me encuentro, desde hace ya dias, de nuevo, como hace unos años, angustiado. sé de personas que tambien se angustian... nadie se angustia, nadie entiende mejor la angustia que yo. Nadie nunca ha vivido, nunca nadie ha pensado pensamiento alguno.
El no ser cala duro.

Mariana Orantes dijo...

Gracias a los tres. Gracias en verdad.

Les mando un fuerte abrazo y un besote y una sonrisa, si, una sonrisa.

 

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