A ti no te mataron
No llegaron los asesinos
Con cada campanada en los músculos tensos
Al caminar con la cabeza baja
No cruzaste el umbral de la juventud vencida
No se llevaron a tu mujer
Ni soltaste todas las manos del mundo.
Nadie tuvo que esconderse
Ni deslizar por la conciencia
El ruido de los motores incesantes
No te mataron, hermano
Tú saliste a jugar con la mañana
Y el sol se reflejaba en los charcos que dejó la lluvia
Corres hacia la casona de la abuelita
Huele a mantequilla amasada
Y el piso de tierra es suave
Una parvada de golondrinas pinta las nubes
En la casa de concreto
Encuentras una embarcación construída sobre una tortuga
Una manta bordada sobre la esfera celeste
Y pinturas de sueños por tierras lejanas
Sobre las nubes se ancla el desierto
Helado de limón
Y los astros tienen risa
Caramelos germinados
La embarcación o pájaro entrenado zarpa
Rompe el techo de la casona
El piloto te extiende la mano larga
Y decides entrar en lo desconocido
Mariana O.
(Cuadro de Ronald Companoca, Perú 2009)
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