martes, agosto 23, 2011

Día 7 y 8: enfermedad

Amanecí enferma y no sé ni porqué. Así que le mandé un correo al agente M avisándole que faltaría al trabajo, que repongo las horas en la semana. Tenía la leve esperanza de sentirme mejor en la tarde para no faltar a clases: hoy tenía novela II y poesía. Iba a llevar un poema para revisarlo y no quería perderme los avances con la novela. En fin, como sea, aquí estoy.

Por la mañana me despertaron las náuseas y desde entonces no me he sentido muy bien. Espero mañana estar mejor, esto arruina mi disciplina.

Por otro lado, lo diré: no vale la pena tratar de convencer a la gente idiota e intolerante.

Simplemente estoy en el punto en que ya no me importa, porque tengo muchas cosas que hacer y no se harán solas pues requieren trabajo, entrega, esfuerzo. Regresaré a mis clases de ruso (ya puedo disponer de dinero para pagarlas) y entraré a clases de Kyudo. El kyudo es el arte marcial japonés de la arquería. Kyudo significa, literalmente, "la senda del arco", se dice de él que: "es un arte o técnica ritual y comparte valores con el budismo Zen aunque conserva una filosofía confuciana y parte de la ritualidad shintoista. Se practica sin adversario, y se puede considerar como un combate contra uno mismo" y es justo lo que necesito, algo en qué concentrarme, despejarme.

El contacto con gente pensante como * me ha hecho darle un giro a mi perspectiva sobre cosas como la difamación que he sufrido, el robo de cosas, la humillación y ofensa, el trato cruel. Es una cuestión muy compleja en tanto que es de espejo: esa gente se encuentra encerrada en su propio ego sin ver más allá de su nariz.

Ya ni siquiera me interesa ahondar en sus razones, pues tienen que ver con su vida, no la mía. Cada quien tiene su vida y debe vivirla, puedo analizar algunos argumentos para comprenderlos y anotarlos como referencias en algún cuento o algo, pero no me voy a detener. Ni tampoco los perdono: eso sería hipócrita.

Yo escribiré. Esa es mi revancha. Tú puedes sentirte con toda la libertad de entrar y leer cuando quieras e incluso dejar un comentario, que no lo borraré.



Día 7: Uno muy divertido
Las brujas
de Roald Dahl





Este libro lo he leído miles de veces. La primera vez lo leí cuando iba en la primaria, en tercer año. Las imágenes y la historia recuerdo que me impactaron muchísimo. Yo veía a las señoras y buscaba los guantes o las pelucas (años después me daría cuenta de que las verdaderas brujas son mucho peores: agreden, difaman, ofenden, roban, se hacen las moscas muertas, son más misóginas que la chingada y se dan sus baños de pureza como mártires o santas o una cosas así. Gracias a dios yo soy corriente y pecadora), como iba diciendo, cuando leí el libro me impactaron mucho las historias de los niños que habían sido embrujados: al que convirtieron en delfín, el que se volvió de piedra y sobretodo, la niña que vivió en un cuadro hasta que se hizo vieja y murió. Me ponía los pelos de punta. Pero también me divertí como nunca!! y es algo que tiene Roald Dahl de quien soy fan: James y el melocotón gigante, Matilda, el fantástico Sr. Zorro, Agu Trot, Charlie y la fábrica de chocolates, y un largo etc. son historias divertidísimas llenas de una sinceridad y comprensión del mundo de los niños, que a veces hasta nos hace llorar. En reducidas palabras, el hombre es un genio demostrado. Y a pesar de que no tiene un final ciertamente feliz, pensarán algunos, tiene el mejor de los finales, con el que todos soñamos. No lo diré, porque no está bien hacer eso, mejor, si no lo han leído, léanlo.


Día 8: uno para leer por fragmentos

El diccionario jázaro
de Milorad Pavic




Desde hace muchos muchos años, cuando yo tenía 19 y él 21, un chico me conquistaba contándome pasajes de éste libro, pasajes casi aprendidos de memoria. Todavía recuerdo caminar de su brazo por calles del centro y él hablándome del libro, de la princesa Ateh, de la polémica jázara, Samuel Cohen, Abraham Brancovich. De cierta forma esos fragmentos los guardé en mi corazón y cuando leí el libro, si, lo leí completo la primera vez, pero él seguía ahí, leyéndome. Después lo abría al azar y leía de nuevo. Es el libro que más he disfrutado en dejar, retomar y contar. A seis años desde mis 19 y sus 21, aún conservo un poco de ese regusto. Seguimos juntos y lo amo más que nunca.
Y no pueden saber lo que significa este libro, ni yo contárselo (al menos que sea con una taza de café, en el centro de la ciudad) hasta que no lo lean por ustedes mismos. Milorad Pavic, además, es un gran escritor y disfruto leerlo como se disfruta una buena taza de té.


Por cierto: sabían que don bicho y yo llevamos viviendo juntos más de tres años y medio? si no sabían, no molesten.
 

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