lunes, abril 09, 2012

El Gato




Al ver a un gato sentado sobre el alféizar de la ventana con aparente concentración y superioridad, recordamos porqué se le ha vuelto objeto artístico. Sin embargo, el gato es elegante pero también es torpe y en eso radica nuestra fascinación. El gato es un niño que da traspiés para perseguir la cola de un sueño. Mira al vacío, se cuenta un chiste, sonríe. Por la noche persigue  fantasmas que rondan la casa. Maulla cuando tiene hambre, cuando está contento, cuando tiene una opinión, cuando no puede dormir. El gato es el loco del pueblo al que los otros animales sacaron por inútil y que el hombre recibió. Después le dimos como terapia ocupacional la tarea de perseguir ratones.  Pero el hombre admiró las transformaciones del gato; pequeños jorobados al sentarse o monitos cuando trepan los muebles de la casa. Y le recordó también su propia infancia: aún nos vemos correr sobre el pasto fresco, sentados al sol con los ojos entrecerrados o cómo buscábamos a la mamá cuando teníamos hambre y cuando jugábamos con los carretes de la abuela.  Entonces le dimos al gato el privilegio de subir al alféizar de nuestras ventanas, porque es el único animal que tiene superioridad de niño. Lo admitimos en el arte y su concentración de loco al admirar las pelusas que flotan la convertimos en divagaciones filosóficas donde el gato siempre planea y sabe todas las respuestas del mundo.

Mariana O.

1 dichos:

Míkel F. Deltoya dijo...

Tan ellos, los gatos, tan propios.
De haber sido grandes felinos, terminaron siendo pequeños, nobles, enigmáticos.

 

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