martes, diciembre 18, 2012

Alguien ha salido a buscarme de José Agustín Solórzano





Mariana Orantes

Un legendario crítico que hoy en día tienen en alta estima algunos académicos, menciona en un libro su recuerdo de los tapetes persas. La forma en la que los tapetes son bordados le hizo reflexionar sobre el mundo y la literatura. Descubrió que en cada diseño el artesano coloca a propósito un error diminuto, ya que sólo puede ser perfecto lo que pertenece a Alá. Los motivos que regresan en el poema de José Agustín, a pesar de armarse sobre un diseño de preguntas que se repiten, tienen la bondad de no ser iguales. Si me piden una definición del poema, puedo decir que es una interrogante del entorno y de los miedos. Pero lo que quiero dejar claro es que no son preguntas arrojadas sin más. Construir un poema de largo aliento es engarzar diversas gemas en un solo collar. La unidad no reside en el tipo de gema, sino en la construcción total de la pieza. La forma de pregunta que utiliza José Agustín es joya que une discurso y ritmo, sirve para dar pie al siguiente verso y a la vez permite explorar la ambigüedad de la que forma parte toda pregunta. Es árbol de preguntas como ramas que se extienden y crecen hasta que el árbol cae por su propio peso.
El poema lo leí en un libro de Diablura editorial. La edición es de formato amable para el lector que viaja con frecuencia, hecho con materiales de buena calidad y un diseño simpático. Lo primero que noté fue que al reverso decía “José Agustín Solórzano. Músico y poeta; Diablo tarasco”. Conocerlo después, cerveza en mano, sólo hizo que le diera la razón. Pero, como dijera Lorca en el homenaje a Luis Cernuda: “no vengo yo en este momento a esta mesa como amigo del poeta, ni amigo vuestro, ni a ofrecer este banquete para cumplir un rito gastado”. Celebro, eso sí, su ritmo definido que va hacia un estilo propio, marcado y singular, así como sus obsesiones: la búsqueda de uno mismo, el miedo a la inmensidad y el juicio que lo exterior hace de nosotros. Es cierto, como en un buen tapete persa, siempre encontraremos un hilo suelto que nos recuerde que sólo Dios es perfecto. Sin embargo el poema de José Agustín confirma la regla: la delicia de leer está en la minucia.
 

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