Apuntes para el libro Imágenes en el ojo llameante de Ludwig Zeller
“La mitad de
nuestra vida está en los sueños”
Ludwig Zeller, Mirages
El
poeta debe mostrar en su poesía un particular punto de vista sobre las cosas
que le rodean o que, a lo largo de los años, lo han obsesionado. Dos poetas que
miren el mismo paisaje, no escribirán un poema igual. Así, en la poesía de
Ludwig Zeller podemos encontrar motivos a los que regresa y que él trata de
forma única y precisa, en la cual refleja un trabajo desde el inconsciente, un
viaje largo como el desierto.
Antes
que nada, me gustaría nombrar algunos temas sobre los que trabaja Zeller. Tal
vez al nombrarlos, puedan arrojar luz cuando los toque de manera más particular
para hablar del libro. Primero, el amor. La construcción del amor recreado en
el cuerpo de la mujer. Segundo, la otredad. El desdoblamiento del poeta y su
proyección sobre objetos y personajes que son él mismo y a la vez, un otro que
se aleja. Tercero, el error y lo que está mal en el mundo. Aquello que viene a
perseguirnos desde la humanidad y en nuestra propia humanidad. Con estas breves
menciones, podemos entrar en el libro.
A
la mitad de la vida.
Uno
de los grandes temas en la literatura, es el hombre que se detiene para mirar
el camino. Dante, Byron, Cernuda y otros más escribieron sobre eso. Como
ejemplo rápido, podemos rescatar al poeta polaco Tadeusz Rósewicz que en su
poema A la mitad de la vida habla
sobre detenerse y comenzar a recrear su pasado; lo que ve, lo que ahora le
parece importante rescatar. De la misma forma, en el libro Imágenes del ojo llameante, el poeta se detiene en medio de su vida
para ver de qué manera ha sido el viaje y cómo puede continuarlo: “Juntando mis
pedazos a mitad del camino/ Me interrogo ¿qué fue de nuestra vida?” Conforme
pasan los poemas, las preguntas se abren sin obtener una respuesta en la justa
medida, porque cada pregunta trae otra y sólo hay cosas inciertas a las cuales
aferrarse. Habla entonces del amor y lo cuestiona; cuestiona también el tiempo,
el sufrimiento, lo que ha encontrado, lo que ha perdido. A veces desde él y a
veces desde la otredad. Al leer con detenimiento los poemas, se entiende que no
sólo cuestiona su vida, sino que cuestiona y realiza una constante búsqueda de
Dios en las cosas cotidianas: el ojo llameante, la zarza que arde, Moisés en el
desierto, el árbol de la vida. El poeta se convierte en profeta de un mundo
recreado por los sueños.
El
recorrido comienza a ser más profundo y las inquietudes también. En el libro
hay momentos donde lo sensual no puede desprenderse de lo violento, porque lo
violento tiene algo de sensual y la carga erótica siempre tiene una carga
violenta; el acto sexual es violento. Para mantener el tono, Zeller equilibra
lo violento y lo sensual, y también el deseo pleno y el deseo oculto, la
perversidad: “El filo amante te irá partiendo/ En dos. ¡Suplicarás en vano! Me
detendré para escuchar/ El fósforo que recorre tu espalda, esos viejos papiros
del insulto”. Después entra en el terreno de lo sagrado para terminar con la
imagen de lo que no podemos asir con las manos.
El
error del mundo
En
las obras de Shakespeare se habla de que el mundo es como una rueda que gira perfecta
hasta que un elemento caótico altera su curso. Entonces la rueda aplasta a
quienes han caído en el caos. Sólo cuando el caos sea eliminado, la rueda
seguirá su curso natural de nuevo. En el poema Extracción de la piedra de la locura, LudwigZeller recrea el cuadro
con un recurso literario (ekphrásis) que consiste en describir una pintura y mostrar
elementos novedosos que sugieran la interpretación del tema, personaje o
motivos mediante una reflexión literaria. En este caso, retoma la locura, la
forma en que trastoca el mundo y lo hace trizas. Apunta: “Puede Bosch decir
¡así va el mundo!” Lo que el poeta afirma entonces es que los elementos
caóticos no son extraños; la locura no es algo ajeno al cerebro, como una
piedra que se pueda extraer. La locura es algo inaprensible. Mediante el error,
se conduce el mundo. Tratará el mismo tema en otros poemas, de los cuales
resalto Hay un error al fondo de ese vaso
donde todos los motivos que mencioné anteriormente se tocan: el amor, el revés,
el desdoblamiento, lo sagrado, la maldad. Y la idea de que, en los sueños (esa
otra mitad), la crueldad no existe.
La
ciudad encantada
Se
ha dicho que los pacientes con algún trastorno mental severo tienden a utilizar
en sus dibujos de manera predominante el color azul, el rojo y el morado. Dicen
que esto se debe a que identifican una parte de sí mismos con el azul y otra
parte con el rojo, partes divididas, siempre separadas, pero que de alguna
forma se combinan: el morado. No recuerdo en dónde lo leí, pero me pareció
interesante y creo que esa manera de desdoblarse y re-unirse es posible en la
literatura. Algunos se proyectan sobre personajes duales o crean dos personajes
que en realidad son uno mismo. Por ejemplo, Alejandra Pizarnik tiene un texto
donde el narrador se identifica con una niña, quien al mismo tiempo es la reina
y ambos personajes sostienen una conversación. Los críticos literarios han
propuesto que el lado escindido del mismo Macbeth es Lady Macbeth. Y podemos
encontrar esta forma de desdoblamiento en los poemas del libro de Ludwig Zeller.
Por ejemplo, en el poema de Hay un error
en el fondo de ese vaso la voz que se escucha y el fondo del vaso son de
quien escucha la voz. Pertenecen a uno mismo. Imagen propia del inconsciente al
que se puede acceder mediante los sueños, la mitad de nuestra vida. A veces el
otro se queda en los sueños, como sucede en el poema Conté mi sueño riendo donde la voz lírica se encuentra dividida en
dos lugares. En el poema Yo, el niño
anciano que llegó al fondo con sólo leer el título apreciamos el desdoblamiento:
un personaje (yo) que es un niño y a la vez un anciano que tocan el fondo, el
abismo entero de sí mismo.
Y
es a través del desdoblamiento que el poeta entra en el territorio de los
sueños y lo recrea; lo convierte en el lugar que habitan los deseos, los
anhelos, las cosas olvidadas. También están ahí los amigos muertos y sólo ahí
es posible platicar con ellos. En el espacio onírico se abandona el mundo real
y los ojos pueden abrirse sin miedo. También ahí está la infancia: “Esa ciudad
encantada que recorrí en los sueños/ La que busco en los mapas y no existe, la
que arrugó el olvido”.
Si
dos poetas miran un mismo paisaje, no escribirán un poema igual. Si un poeta
mira dos paisajes dentro de sí mismo, escribirá poemas sobre los sueños. Por eso,
la última pregunta de Imágenes en el ojo
llameante es la más necesaria: “La muñeca que escondes, ¿habla en sueños?”
Mariana Orantes
Ilustración: Automatic writing. Collage de Ludwig Zeller.
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