Como dije en la entrada anterior, me gustan las cartas. Me gusta también, saber que alguien me lee y de alguna forma, eso también me motiva a escribir para esas personas. Aunque no lo crean, escribo para ti que perdiste muy temprano el amor y sientes las manos rotas. También escribo para ti, que el tiempo y su rueda pasaron sobre tu cuerpo y la crueldad te nació en las manos, como una hierba. Escribo para ti, que naces cada día y quieres cambiar y quieres ser, pero en la noche mueres igual que todos, igual que yo. Y toda la intención de mi escritura es mandar una extensa carta, una carta que va muy lejos, no sé hacia donde, aunque tengo idea de hacia quien. Pretende también ser un consuelo. ¿Sabes que la amistad nace cuando dices "Ah, pensé que era el único al que le había pasado eso"? y entonces te identificas en el otro y sientes empatía. Muchas personas que lean este blog, tal vez sientan empatía y a la vez desagrado. Me gusta contribuir a ambas cosas, así pueden juzgarme con toda su libertad, que no la mía. Me gusta contribuir porque aprenden a desconfiar de lo que leen y eso es bueno. Pero mi ego me dice que me gustaría más su empatía, tal vez, en algún momento aquí aparezca algo con lo que se identifiquen. Sabes, a veces me gusta caminar sola, me gusta estar sola y disfrutar de esos momentos. A mucha gente le parece raro que después de una clase, me vaya sola, sonriendo.
Mira, si esto es una carta, en principio me gustaría decirte algunas cosas que te servirán. Lector, yo no he vivido tanto, pero lo que he vivido, lo he sentido y trato siempre de aprender con ello. No es un lugar común, es una verdad. Inténtalo. Pero primero diré porqué escribo. Después de todo, esta es una confesión a mis lectores, aunque a muchos no los conozca y a muchos sí.
Escribo porque, como ya dije, envío una carta extensa que no sé si llegará. Pueden leer el pasaje del ejército de terracota (The Clay army) en Segundo cuerpo de M. Pavić para comprender mejor esta idea. Después de todo, si me gusta leer cartas, si me gusta escribir, ¿porqué mi acto creativo no puede ser el de una carta a Dios? no sé sí a dios, la verdad es que mi carta es para lectores más cercanos.
¿No has sentido la morbosidad del acto? estás leyendo una carta ajena, en un blog personal. ¿No te has sentido un poco culpable al abrir este blog y leer? yo sí. No con este blog porque es mío, pero sí con otros. La soledad, el cuarto, la pared que miras. Entras a un blog donde quien sabe qué pretendes encontrar. Yo no sé qué quiero encontrar, pero parece que esas letras calman a un monstruo que habita en el lado oculto de la curiosidad. Tal vez espero encontrar un poco de esperanza y también escribo por ese morbo.
Escribo para vivir. Escribo para comprender mis culpas y como funciona la maquinaria eterna del mundo, aunque cada vez me alejo más de comprender si quiera un engrane. Y por supuesto, escribo por mi propia pasión, porque me viene de las entrañas, de eso que quieres vomitar o que no sale, que no sale ni llorando.
Escribo porque no querría ni podría vivir de otra manera.
También escribo como una revancha contra el horror del mundo. En inglés tienen una bella palabra que define mejor la situación pues está entre revancha sin llegar a ser venganza: payback. En ese sentido, payback, para que me comprendan mejor, reemplaza a la ausencia. ¿Cómo es eso? si, ¿alguna vez te pasó que de niño te enojabas mucho con tus papás y pensabas en que si te morías y/o te ibas de la casa, se arrepentirían mucho de haberte regañado así? ¡Ya verán cómo me extrañan si me muero/voy! es lo mismo, pero a nivel de Dios. ¡Ya verás cómo lo escribo!
Y bueno, ya que esta carta es un regalo, además de bonita, debe tener una utilidad. Por eso, en base a reflexiones, me gustaría compartir cosas que son importantes. ¿Te has preguntado si, a lo largo de tres años has cambiado tu actitud? cuando yo tenía 22 años salí con un amigo muy querido a tomar pulque. Él tenía 25 años entonces y estudiaba filosofía. Bueno, yo era infeliz, oscura, depresiva. Él me dijo, "¿Sabes cuanto son tres años? es muchísimo tiempo. En tres años he vivido de todo. En tres años cambió todo lo que yo daba por sentado y sabes, me di cuenta de que así va a ser siempre. Cuando llegues a mi edad, ve hacia atrás y reflexiona sobre tu vida. En tres años, piensa en tu situación en perspectiva" Tengo 25 años y los cumplí este año, en enero. Hace unos meses, tuve un impulso de mirar hacia atrás por todo lo que había pasado en tres años y todo lo que había cambiado. Tres años. En tres años tuve tristeza, amor, desilusión. Encontré nuevos amigos que ahora para mi son inseparables. Y también perdí amigos que fueron falsos en su sentir. Leí muchos libros y guardé muchos en mi corazón. Aprendí que hay cosas más importantes que el papel, sea el dinero, sean los libros. Las personas son capaces de cualquier cosa cuando tienen un poco de poder, cuando desean con todo el fervor de su alma encontrar culpables, cuando señalan para sentirse superiores. Hice muchas cosas en tres años. Pasé de no tener idea de cómo llegar a donde quería, hasta más o menos encontrar pistas. Perdí, encontré, volví a perder. Aprendí a dejar ir a las personas y a los sentimientos, ser menos aprehensiva, ser en verdad más libre. Por algo el libro de Chéjov se llama Tres años.
Otra cosa sobre la que se debe reflexionar, lector, es sobre el perdón. El perdón es una cosa muy peligrosa si no se sabe utilizar. No es un chiste, no es una gracia ni una nobleza. Es como el amor. si no lo reflexionas, terminas diciéndole Te amo a todo el mundo y causas daño. De igual forma, si andas perdonando a todo el mundo causas daño. Cuando dices "Aurelio, te perdono" primero que nada, estás poniendo sobre los hombros de aquel, toda la culpa. Es decir, para que perdones a alguien primero debes culparlo. Que la culpa caiga en los hombros de alguien es una cuestión que debe pensarse, porque si no, te conviertes en un inquisidor. Sólo Dios perdona en su totalidad, porque en nuestra morada él habita y lo sabe todo. Es decir, dentro de cada uno, cada quien sabe sus culpas y sólo así se perdonan. Hay algunos crímenes que se pueden perdonar porque trascienden al propio criminal. Un asesinato, por ejemplo. No hay vuelta atrás, alguien mató a alguien y el padre del muerto puede perdonar al asesino, aunque no sepa quien fue. Pero si vas por la calle y alguien te empuja y tú lo perdonas, estás culpándolo de toda la situación y es falsa compasión. Falsa compasión porque 1.- te sientes superior moralmente, por lo cual puedes perdonarlo. 2.- determinas que la situación se hizo con alevosía y con toda intención de lastimar. 3.- porque no dejas lugar al antecedente y purificas tus acciones con una perversa mentira. Es decir, que tal si él te empuja porque tú lo pisaste. Luego, lo perdonas y toda la culpa recae en el, sin reflexionar sobre tus acciones.
Ahora, el perdón también se da cuando alguien lo pide y ahí funciona. Si alguien no te pide perdón, consciente de la situación, quiere decir que: a) no piensa que es culpable, b) que no sabe que es culpable, c) que no quiere ser culpable, d) que no afronta que es culpable o e) porque en verdad no es culpable. En todo caso, no hay forma de saber cual es la verdadera y ahí radica el espacio para el antecedente. Piénsalo. El que te empujo tuvo un pésimo día y ni se dio cuenta. 2.- se arrepiente, pero pone excusas por haberte empujado y no pide perdón. 3.- hace 10 años tú le arruinaste la vida y ya ni te acuerdas de él, él te empuja aunque lo que tú hiciste fue peor! 4.- Otra persona te empujó, pero tú tienes toda la evidencia de que fue él, vamos hasta lo tienes grabado, pero en verdad no fue él. No hay forma de saber. El lugar para el antecedente es el abierto a la comprensión. Sin eso, es mejor juzgar mientras avientas a una mujer a un barranco: si vuela, es culpable, si no vuela, ya está con el salvador...
Así que hay que tener cuidado con a quién le dices esas palabras tan pesadas, porque recuerda, para perdonar hay que culpar primero y lo más fácil del mundo es culpar a los demás.
Esta es la primera parte. La segunda parte en el próximo post.
Por cierto, ya pueden visitar mi nuevo blog: Los pájaros perdidos
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